Elegir la ternura


Mi hija pequeña ya empieza a pararse en todos lados y hoy se me salió un: bájate que te vas a caer. Natural de mamá mexicana que anticipa las catástrofes, catástrofes encriptadas en lo profundo de nuestra memoria. En seco cambié el discurso, le dije: hija agárrate bien. 


Lo que decidimos creer nos crea. Desde la crianza se nos edifica el miedo. El miedo a lo desconocido, el miedo a preguntar, el

miedo a sentir demasiado, no nos vayamos a querer despertar. Descodificar el miedo de las entrañas es dejar de reproducirlo, dejar de repetir el comando que codifica y traduce el desequilibrio a la materia: ser guardiana de la palabra, del significado de la palabra. Y si bien se siguen contando los cuentos, saber con certeza que la verdad solo se encuentra adentro. ¿Adentro donde? Sin la abstracción: En los intestinos, en los nervios receptores, en las neuronas eferentes, en nuestra bioquimica, en nuestras sinergias con las bacterias y los hongos que nos habitan. Adentro en el microcosmos que somos. Si de afuera ningún miedo se me encripta, no hay enfermedad o dolencia que se me pase al cuerpo, quiere decir que si creo (de creer) en mi verdad desde la panza y creo (de crear) mi verdad desde la voz:  he desarrollado un campo áurico impermeable. Creo fielmente en que es posible cambiar la historia; cambiando el verso. Y lo que alimenta al verso. 


Por eso hay unos que andan creando una versión amplificada, rígida y asfixiante de los imaginarios oscuros del ego, que no solo son faltos de verdad por ser copias de copias de copias de comandos que alguien mas dijo, sin rezo. 

Sino

Que 

Son 

Faltos 

De camino

Nos estancan en nosotros mismos y loopean realidades que no tienen latido: versiones digitales de nuestra personalidad, nos ofrecen avatares que se visten igual y kits de frases que decir, emociones qué procesar y mentiras que masticar. La era inorgánica. 


Camino a la luna llena en piscis sentí la esquizofrenia del mundo en mi cuerpo después de darme un rush fuerte de azúcar: la vi entrar sin pedir permiso y sentarse en el sillón de mi sala. O en la cocina de mi cuerpo. (El estómago)


La observé largas horas, le preparé un té, y fui testigo de lo que todos estamos experimentando en este momento: un teatro divino intervenido. 

El meta verso: una sobreproducción del ego, una mente sin recuerdos, 

La mente: prostituta inexorable 

El corazón: amargo prisionero

La voz: entrecortada

Las piernas: adormecidas

La garganta inflamada por tantas cosas no dichas

Yo: sosteniéndome en mi misma cuando llega la marea. 


La verdad estaba pensando: que horror estar así de intoxicada con algo que yo no consentí, limpiando los karmas generacionales de un experimento maquiavélico contra la humanidad.


Pero dije: 

Qué honor estar al servicio en estos tiempos, que belleza despertar y ser: testigo del salto, bailarina del tiempo. 🧶

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