Magnolia

 Siento que pierdo algo cuando veo la pantalla. Alguna parte de mi sustancia se vacía invisible y sin vacilar sobre los tendones de luz, las líneas se extienden como hilos dedillos frágiles de la noche asfixiada de silencio. Hay un grito ahogado en lo agudo de entregarse a la materia. Mientras escribo guardo un tesoro bajo el lóbulo frontal. Uno que no quiere ser viento. Siento acercarse a la corrosión del misterio. Alicaídos seres me visitan esta noche. ¿Qué les tengo que preguntar? ¿O tengo yo, acaso, la respuesta?

Pienso en la confesión, le doy la vuelta a la casa con mi cigarrillo siempre a medio fumar. Cierro los ojos y la cara se me desprende y es otra y otra. Lo único que permanece es la sonrisa de una idiota que ha encontrado a Dios y luego lo ha olvidado todo. Tengo un secreto guardado aquí, en la caja de cristal, mientras que todo lo que escribo podría ser una mentira, lo que callo goza de verosimilitud de ser sempiterno, siempre moldeable, etéreo sabor de la imaginación palpitante.

La devoción de tinta ausente/ enredadera pelágica en los sueños. Una armadura de barro y soplo labrado. Las piernas endurecidas por no querer saltar de flanco. Soy un árbol y aún así me encuentro en la eterna caída. Me vengo/ arrastrando desde donde el borde de la vida que ya no nos toca.

Y pienso: se me traban los dedos

se trenzan, hacen mudras, mi lengua me rebela movimientos reptantes que en el lugar de las palabra dejan sinápsis poderosas

silenciosas cómo intrusos que recorren a punta de pie la casa, una cacería de ideas que conserva mi escencia en un lugar fresco de la habitación.

Estoy aquí transmitiendo desde mi silla.

Nos han aprisionado en réplicas salvajes, en islas con Wi-fi. Nuestra cárcel es silenciosa. La libertad se obtiene con passwords. Nuestro "pan de cada día" es la mentira.

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