Armonía
Hace unos meses vengo sintiendo un mal augurio con esta sobre - presencia de unos tipos de sectas hipermentales de sanación que me aparecen cómo pan caliente todas las mañanas al abrir mis redes... son unas prácticas donde te invitan a dejar de sentir (tanto), a dejar de pensar y de creer. Te invitan a un sitio donde aparentemente no existe el mal, donde hay una especia de automatización emocional. Las formas en la que operan estas prácticas espirituales alópatas me dejaban un mal sabor de boca, porque además de ser piramidales (un tipo en la punta enriqueciéndose de todxs los otros) no se incluye el propio sentir sino que siguen un manual, con movimientos repetitivos, rígidos, ausentes de vínculo, de autopercepción. Te desconectan de la autonomía corporal, y crean coodependencia emocional al prometer que te sanarás desde afuera. Te convencen de soltar el ego y así cierran tu autopercepción, bloquean tu plexo solar. Hace diez años escribí algo que apenas ahora voy entendiendo: Cuídate de quien dice, que despiertes la serpiente que en tu cuerpo habita, sin ti. El ego debe disolverse e integrarse, transmutarse en consciencia. El poderoso más peligroso es el poderoso dormido. Si activamos el cuerpo astral (pensamiento - energía masculina) sin antes hacer florecer el cuerpo etérico (emoción- energía femenina) nos volcamos al hipermasculino y nos convertimos en máquinas. Habrá que reconectar con lo salvaje antes de que la ciudad, el sistema y el sueño del superhumano nos despersonalicen por completo y nos arranquen nuestra humanidad. En lo salvaje se encuentra la verdad: nuestra verdad animal, nuestra verdad biológica. En lo intuitivo se encuentra la verdad. En el corazón florecemos todxs. En el balance nos conectamos a Dios. Y no es que yo diga que no existen los maestros, el orden divino y la estructura, sino que si hay exceso de orden se vuelve irreal, como la inteligencia artificial. Si el masculino se desborda el femenino se empequeñece. Es en equilibrio entre nuestra dualidad donde encontramos la cura. Sanando nuestro masculino herido: el intelecto, el sostén, la voluntad y determinación. Y fusionándolo con nuestro bendito femenino: lo intuitivo, la nutrición álmica, la emoción. Cómo decía la gran Audre Lorde: no se puede curar el mal del oprimido con la medicina del opresor. La industria, la institución, el hospital, el gobierno y el poder sobre los otros, todo esto surge del masculino desbordado, y se regula con el miedo. Las prácticas espirituales saludables nos recuerdan que en la memoria ancestral está la llave, y que solo basta con rendirnos al bendito misterio para reconectar con nuestra medicina propia, con nuestra autosanación… por mi y todas mis relaciones. Las abuelas nos dejaron recetas, porque claro qué hay una verdad. Pero si el cocinero no ha encontrado su sazón, no podrá manifestar el sabor. Para recuperar el saber: hay que atender al sabor. ¿A qué nos sabe cuando algo no es bueno para nuestro organismo? El sabor es el primer contacto con el mundo, la primera información de lo que engullimos, de lo que nos nutrimos. Hay que ir afinando esa intuición, desintoxicándo nuestros sistemas, sobre todo el digestivo. Para ya no digerir más miedos, más basura, más mentiras. Comemos sol, pero el sol no cabe en una lata. La industria rompe con la organicidad de la tribu sana que reparte tareas y es horizontal, la comunidad que toma de la tierra en la medida que le retorna. Que le siembra flores y le hace danzas y le eleva rezos todas las mañanas.
Habrá que abrazar la sombra para conjurar la luz, aceptar la muerte para caminar la vida.
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